miércoles, abril 25, 2007

Sangre de Campeón: 24.-Un campeón pone manos a la obra

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Carlos Cuauhtémoc Sánchez
Sangre de Campeón
Novela formativa con 24 directrices para convertirse en campeón.
Ciudad de México
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El coche chocado que los delincuentes abandonaron, era del señor Izquierdo. La policía se movió con excesiva prontitud. Gracias a eso atraparon a los cuatro malhechores en casa de Lobelo.

La anciana que fue asaltada junto con su esposo, esta vez identificó plenamente a los ladrones. “Son ellos”, aseguró.

Entonces comprendí: El señor Izquierdo nunca actuaba solo. Tenía cómplices. Cuando intentaron robar mi casa, iban en dos automóviles. También cuando asaltaron a los viejitos; por eso la mujer sólo vio a dos de los delincuentes. Los demás estaban en el otro coche.

Recordé que Lobelo me había dicho mientras me restregaba en la cara un reloj de pulsera: “Mira esto. Era del anciano al que le dio un paro cardíaco. También tengo su anillo y su cartera de piel”. Después recordé cuando me dijo que yo sería más feliz si mis padres se murieran o divorciaran: “Soy libre como los pájaros. Mi padrastro me deja hacer lo que quiero, no se mete conmigo y me enseña a ganar dinero fácil.”

- ¡Dinero fácil!

Por eso el hombre acabó en la cárcel y Lobelo tuvo que huir. No sé adónde fue. Ojalá haya buscado a su madre. Me hubiera gustado hablar con él, para ayudarlo. Sé que también tiene sangre de campeón y puede purificar su esencia. Con quien sí pude hablar, fue con su amigo, el gordito. Se llama Roberto. Le platiqué sobre IVI, sobre la caja de tarjetas y sobre los guerreros protectores. Me escuchó con la boca abierta. Pude detectar que todavía es un niño de corazón. Eso le ayudará. Por lo pronto, no ha vuelto a molestarme.

La noche en que nos volcamos, la pasamos en el hospital y en la comisaría. Mamá se fracturó un brazo. Se lo enyesaron.

Casi en la madrugada llegamos a casa.

Lo primero que hice fue ir al escondite del jardín. Necesitaba tomar la caja de IVI, para abrazarla y dormir con ella. Sentí una gran opresión en el pecho cuando moví las plantas y descubrí el rincón vacío. La caja ya no estaba.

Busqué por todos lados. Había desaparecido.

- ¿Por qué? – Pregunté al aire, sabiendo que ella me escuchaba y sintiendo lágrimas correr por mi mejilla-, ¿por qué te llevaste la caja?. No quiero que te vayas de mi vida, no quiero que desaparezcas...IVI...por favor...No quiero crecer...

Mi madre me observaba confundida.

- ¿A quién le hablas?, ¿Por qué lloras?

La abracé y le conté todo.

Ella tragó saliva y estuvo callada durante un largo rato.

Dudaba de mis palabras.

- Tienes mucha imaginación.

- Sí conteste orgulloso-. La tengo.

- Pero no te dejes llevar por ella, hijo... eso que me cuentas... piénsalo...tal vez haya sido una fantasía...En el hospital todavía estabas un poco anestesiado y, después del choque sufrimos muchos golpes...

- Quizá –respondí-, sin embargo, últimamente he aprendido que gracias a la imaginación y la creatividad, los niños podemos captar cosas que los adultos no pueden...

Mi madre apretó los labios y afirmó con la cabeza.

- Entonces –comentó después-. ¿Por qué no escribes lo que acabas de platicarme?. De esa forma jamás lo olvidarás.

- Pero yo no sé escribir.

- Sí sabes. ¿Recuerdas la carta que redactaste para el director cuando te iban a expulsar? Es genial. Has dicho que tienes sangre de campeón, ¿verdad? Pues yo creo que un campeón no se queda con los sueños en la mente. Actúa y los convierte en realidad. ¡Escribe tus experiencias, Felipe!. Difúndelas. Enséñale a los demás niños que pueden ser triunfadores si se lo proponen. Haz un libro, lo mejor que puedas, y después buscaremos a un escritor que nos eche la mano para corregirlo y publicarlo. Así es como se alcanzan las grandes metas. Haz tu mejor esfuerzo y luego pide ayuda a quienes tienen la posibilidad de impulsarte...

Abracé a mi madre y mi congoja se fue apaciguando.

Eso haría.

Cuatro meses después, dieron de alta a mi hermano. El tratamiento tendría que continuar por mucho tiempo más pero, por lo pronto, Riky había sobrevivido a la fase inicial de una violenta leucemia.

Un día antes de su salida del hospital, me confesó que le daba vergüenza que sus amigos lo vieran calvo. El cabello tardaría en volverle a crecer.

Se lo platiqué a mi padre y a él se le ocurrió una idea.

Le hicimos una fiesta de sorpresa a Riky. Invitamos a todos nuestros familiares y amigos. Pusimos letreros de bienvenida por la casa. Cuando Riky llegó, se sorprendió mucho: Papá y yo nos habíamos rapado el cabello para estar calvos como él. También lo hicieron algunos amigos y primos. Se sintió apoyado, conmovido, y se llevó ambas manos a la cara para llorar.

Papá pidió silencio y se puso al frente de la sala.

- Quiero decirle a mi hijo Riky unas palabras de bienvenida.

Todos escuchamos con atención. Mi padre hablo entrecortadamente. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.

. Riky. Me cuesta mucho trabajo expresar, cuanto te queremos todos, -se detuvo un momento para respirar-, eres un chico extraordinario. En los últimos meses te hemos visto sufrir mucho, pero también, te hemos visto sonreír. Eso nos dio fortaleza. Yo jamás creí que nuestra familia tuviera que pasar por un trance tán difícil, pero doy gracias, -la voz se le quebró-, aunque no acabo de entender muchas cosas, -se limpió las lágrimas-, doy gracias, porque, como nos dijo una doctora, aprendimos a confiar en aquel que tiene la última palabra. En este tiempo Dios nos consoló y nos dio mensajes de amor muy fuertes. Le doy gracias, porque nos enseño a vivir de rodillas ante su poder, pero luchando cada día con la esperanza de un milagro, -un sollozo se le escapó, lloró abiertamente, luego de unos segundos concluyó-. Gracias porque nos concedió ese milagro, mis hijos están vivos... y tengo una hermosa familia...que no cambiaría por nada...

Le fue imposible continuar.

Los invitados aplaudieron. Todos estábamos conmovidos. Mis padres, Riky y yo nos abrazamos.

En ese instante comprendí que, no importando los dramas y conflictos, la vida es hermosa, vale la pena disfrutarla y poner manos a la obra para llevar a cabo nuestras metas. Entendí que, por regalo de un Dios amoroso y bueno, mis venas llevaban sangre de campeón.

Dejamos de abrazarnos. Tuve el deseo de estar solo unos minutos. Me escabullí hacia fuera y me paré en medio del patio.

Respiré hondo.

Sobre mi cabeza se dibujaba un hermoso atardecer.

En un arranque de júbilo levanté ambas manos en señal de victoria.

Los invitados pusieron música y la fiesta comenzó en mi casa.

También en mi vida.

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